viernes, 25 de julio de 2008

De puertas hacia dentro

Se adentró en la oscuridad...

No sabía lo que habría un metro por debajo de donde se encontraba ahora, y eso no era muy alentador. Seguía teniendo cierto miedo a que su pesadilla le encontrara, y decidió tomárselo en serio. Subió otra vez a la pequeña sala en busca de algo que le sirviera como punto de iluminación. Encontró una pequeña silla robusta, seguramente de roble, en una esquina y decidió transformarla un poco. Arrancó una de las patas más largas, que servían de sustento para el respaldo, y la forró con parte de su camiseta, confeccionando así una antorcha que le durara el tiempo suficiente como para inspeccionar la zona. Ahora sólo le faltaba lo más esencial, el fuego...

Buscando en el suelo, en los estantes y en todo aquello que encontraba en la sala, dió finalmente con un recurso que podría ser útil: Yesca y pedernal. La verdad es que jamás había encendido fuego mediante las piedras, pero tendría que aprender a hacerlo, si quería seguir adelante. Tras una infinidad de intentos (tantos que al pobre le dolían las manos) consiguió que una chispa prendiera un poco de paja que había en el suelo de aquella choza, y gracias a eso, consiguió encender su antorcha. Apagó la paja incendiada antes de que aquello fuera a más y el humo pudiera alertar a sus posibles perseguidores. Ahora sí estaba listo.

Paso a paso, escalón a escalón, fue descendiendo por aquella estrecha escalera durante demasiado tiempo. Era totalmente ilógico que alguien hubiera hecho una escalera tan horriblemente larga, nadie querría bajarla, y muchísimo menos, querría subirla (una punzada de remordimiento le atenazó el corazón... el tendría que subirla, y no se lo había planteado hasta ahora). Se preguntaba qué le esperaría allí abajo, cual sería el secreto de tan extraña construcción, y, lo más curioso, es que por su mente no pasaban ni tesoros ni lugares secretos, ni los restos arqueológicos de una civilización extinta. Todo lo que esperaba encontrar allí, era nada. Una lógica aplastantemente nula y un razonamiento demasiado simple para todo lo que le había sucedido en las últimas horas. Pero era la verdad, podía pasar cualquier cosa allí abajo, menos lo que el se esperara encontrar, así que, si no esperaba encontrar nada, encontraría algo.

Mientras le daba vueltas al asunto, y seguía preguntándose porqué seguía el descenso, llegó a un alto en el camino. Allí había una especie de plaza, con una avenida que la cruzaba, y las escaleras continuaban justo enfrente, a unos veinte metros. El techo estaba asombrosamente alto, y por fin había algo de iluminación. Parecía que quien hubiera diseñado aquella...cosa, había pensado en cómo nutrirla con luz natural, para evitar una oscuridad total. Una serie de cristales y espejos hacían que los rayos del sol llegaran puros hasta allí, aunque se desconocía si por la noche aquello seguiría tan bien iluminado. Es probable que un fuego pudiera producir un efecto similar.

Ahora la duda era inmensa, no sabía qué camino debería seguir. Ni siquiera sabía cómo podría elegirlo. Habría estado cerca de una hora y media bajando las escaleras, y ahora había otros tres caminos. Recorrer sólo uno de ellos, y volver si no encontraba nada, podría llevarle horas y horas, y ni siquiera se planteaba la posibilidad de seguir los tres caminos. Sería imposible, y no tenía provisiones, ni agua. La duda era demasiado intensa, había tres opciones, y por lógica, una de ellas debía ser la "correcta". Si bien no le valdría para explicar qué era aquello y cómo había llegado hasta allí, al menos podría ser un punto de referencia y albergar algo útil, como víveres o una estancia cómoda en la que descansar. Así las cosas, debería elegir el camino que más probabilidades tuviera de llevarle a un lugar de fácil acceso.

No había opciones de acertar, y no podía sortearlo, porque el azar no es algo útil cuando lo que está en juego es la vida. De los cuatro caminos (los tres nuevos y el de vuelta) creía poder descartar dos. Tanto la salida que tenía enfrente, como la que tenía detrás, estaban constituídas por escaleras. Eso lo alejaría de la superficie (en el caso de la salida frontal) o lo llevaría hacia sus posibles perseguidores (las escaleras por las que había llegado allí). De este modo, había descartado el cincuenta por ciento de las posibilidades, ahora sólo le quedaba una duda...

¿Izquierda o derecha?