miércoles, 10 de agosto de 2011

El Círculo del Caldero Blanco

La Taberna Templaria seguía funcionando a toda marcha, al margen de que una de las conversaciones que estaban teniendo lugar en aquel mismo instante en una de sus mesas pudiera cambiar la concepción del mundo. La gente seguía llevando una vida normal, sin percatarse de los sutiles cambios que la sociedad estaba experimentando, sin darse cuenta que el mundo había empezado a cambiar. No tanto el actual sistema político, condenado al ostracismo años antes por los sociólogos más reconocidos, cómo la propia perspectiva de la sociedad. El materialismo desmedido estaba dando paso a otro Leitmotiv, más regido por los sentimientos y la espiritualidad.

En realidad, el cambio no era tal, sino que más bien era un retorno a los orígenes. Al fin y al cabo, en todas las generaciones se impone cierto toque retro en algún campo, bien sea en la música, rescatando los vinilos del olvido, o en la moda, volviendo a sacar del armario –o de los cajones olvidados en el desván- las viejas converse, o los pantalones de campana. En esta ocasión, el campo en el que se estaba experimentando un movimiento hacia el pasado, era la filosofía. Desde principios de siglo, en algunos lugares del mundo incluso antes, estaban ganando adeptos esas terapias alternativas, como la acupuntura o el yoga. Bien por ser prácticas con miles de años de historia a sus espaldas, muy bien estructuradas jerárquicamente y con pocos cambios en sus planteamientos, o bien por las personas que se encargan de enseñar o instruir a esos nuevos adeptos, todo el paradigma filosófico-moral estaba empezando a cambiar. Una persona cambia a otras tres, y esas tres, a su vez, cambian a nueve más. El ritmo de cambio es exponencial, y aunque alguno no consiguiera cambiar la manera de pensar y de ver el mundo de aquellos que lo rodean, el cambio seguiría existiendo.

Pero existe otra forma de ver ese cambio, una forma menos benigna y sin duda, mucho más aterradora de ver ese cambio a priori positivo en las personas. En roma, a menudo las mentes instruidas decían: “Panem et circenses” –“Pan y circo”- haciendo referencia a la forma en que algunos Césares distraían al pueblo de los asuntos del estado. Esa expresión, muy de moda últimamente, también podía ser una explicación para el cambio espiritual que se estaba gestando en este nuevo siglo. Un cambio propuesto por ciertos grupos secretos que se ocupaban de regir un pueblo por encima del teatro de los gobiernos. Una forma de tener contento al pueblo, dándole menos de lo que merece, y haciéndolo feliz igualmente, mientras se continúa con su explotación por parte de las grandes multinacionales y los bancos. Así las cosas, los jóvenes siguieron con su acalorada discusión sobre los asuntos más urgentes del Círculo:

- No, nuestro círculo se ha hecho demasiado famoso últimamente. Incluso hay blogs sobre “Tempus Fugit” hablando sobre nuestros hipotéticos actos a favor de la libertad de las personas a conocer los motivos subyacentes de las decisiones políticas más trascendentes, o nuestros boicots a las manifestaciones orquestadas por grupos de “jóvenes airados”, que en realidad son dirigidas por los partidos de la oposición –rebatía Augusto, con su habitual toque solemne-. Lo que tenemos que hacer es seguir con nuestro trabajo, pero bajo otras siglas, que pasen más desapercibidas, y esperar que no encuentren nuestro sello en nuestros actos, o nuestras velas también se apagarán.

- Puede que esto no sea una coincidencia, Augusto, porque anoche tuve un sueño –todos los presentes intercambiaron miradas de sorpresa, los sueños de Morgana habían salvado muchas de las sorprendentes situaciones de riesgo en las que el grupo se había aventurado por una u otra razón-. No le había encontrado ningún sentido hasta ahora, y puede darnos unas nuevas siglas: “El Círculo del Caldero Blanco”. ¿Qué os parece?

Hubo un extraño rato de silencio, mientras todos los miembros asentían en señal de aprobación, tan sólo roto cuando un cliente borracho derramó cerveza sobre alguien y empezó un caos sinfónico de vajilla rota, gritos y risas. Ignorando lo que pasaba en la taberna, el misterioso grupo siguió con su debate.

- Morgana, el día que dejes de sorprenderme, seguramente sea el día de mi muerte –dijo Atenea entre risas-.

- Cuéntanos tu sueño Morgana, sin duda nos ha dejado un gran nombre, pero todos estaremos más tranquilos una vez lo hayamos interpretado en su contexto original, y hayamos descifrado su significado.

- John, sigo pensando que teníamos que haberte llamado Arquímedes.

- Hum… ¿Y eso a qué viene, Cleo? –preguntó extrañado John Dee-.

- De todos nosotros, eres el menos místico. Tu método es el método científico, y no puedes aceptar una hipótesis sin experimentación, por muy lógica que sea. Además, siempre sustentas tus juicios en las matemáticas. También sueles ser el tipo de muchacho astuto que, antes de hacer algún esfuerzo inútil busca una palanca que le ayude a llegar al mismo punto con un esfuerzo menor. Por no hablar de tu desconsiderada manía de decir “Eureka” cuando resuelves cualquier problemilla…

- Cleopatra, creo que conoces demasiado bien a nuestro amigo John… ¿quizá más de lo que aparentas? –Dijo Merlín entre risas-.

- Muy simpático Merlín, sino respetara a Morgana cómo la respeto, te mataría ahora mismo –Dijo Cleopatra con fingida aflicción, llevándose las manos a la sien, frunciendo el ceño y poniendo cara de concentración, cómo si intentara matarlo con poderes telequinéticos—.

- Bueno, cuando hayáis dejado a un lado vuestros líos amorosos, quizá Morgana podría deleitarnos con su sueño –dijo Hermes, tratando de devolver al asunto la seriedad que requería-. Creo que no hay que recordaros que hasta hace muy poco tiempo en nuestro grupo había tres personas más, que ya no pueden compartir con nosotros este plano…

- Hermes, sin duda es un asunto serio, pero en tiempos de grandes dificultades y pruebas, especialmente en tiempo de guerra, dónde uno no sabe cuántas veces más va a ver sonreír a sus compañeros, debe disfrutar de la compañía de los que quedan, y deleitarse con las preciosas sonrisas de sus compañeras –decía Merlín mientras dedicaba un guiño y una cálida sonrisa a Morgana, que seguía roja por la insinuación de Cleopatra-.

- Si, tienes razón, lo siento Merlín –se arrepintió Hermes, aunque tenía los ojos cristalinos y un poco enrojecidos-.

- No te disculpes Hermes, todos sabemos lo muy unidos que estabais Valquiria y tú. Y también sabemos que todavía no puedes perdonarte lo que pasó, pero no fue tu culpa, tienes que superarlo y seguir adelante. Sabes que es lo que ella querría –mientras decía estas palabras, Atenea pasó su brazo sobre los hombros de Hermes, intentando consolarlo-. Creo que este es un buen momento para que nos cuentes ese sueño tuyo del Caldero, Morgana…

2 comentarios:

Nosferes dijo...

Venga hombre, tendrías que haber contado el sueño de Morgana en este capítulo... Ahora vamos a tener que esperar al siguiente >.<

Macapi dijo...

Yo me quedo con los pantalones de campana.

Hombre de poca fe, enterito me lo he leido!! (este capítulo...)