“A
veces las palabras resbalan por los bordes de las páginas cómo lo hacen las
lágrimas en un rostro consternado. Otras veces, más que fluir entrecortadas,
nos hacen soñar. Nos ayudan a elevarnos sobre las sensaciones mundanas, y sobre
las preocupaciones más triviales. Nos ayudan a imaginar otro mundo, otro
universo, otra vida. Nos empujan a comprender a nuestros seres queridos a
través de la visión de unos extraños personajes que nos eran desconocidos hasta
unos segundos antes. Nos abren las puertas de fantásticas representaciones en las
que, por fin, somos capaces de comprender. Nos abrimos a los demás con cada
página que leemos, con cada frase que asimilamos…” Pero Morgana interrumpió a
Merlín antes de que pudiera continuar:
-
Eso es… es increíble. ¿De dónde lo has sacado
Merlín? – A Morgana le brillaban los ojos, se hallaba expectante.
-
Ah, es un ensayo que empecé a escribir sobre
literatura para un trabajo de la universidad. Al final no me dio tiempo a
entregarlo porque tuve que hacer un viaje inesperado que me impidió terminarlo
a tiempo. Aun así lo terminé, aunque no me lo fueran a corregir –Merlín adquirió
un aire más maduro al recordar aquel momento del que hablaba con tanta
intensidad-, me gusta escribir, y me intrigaba cómo podía terminar el ensayo,
así que…
Morgana volvió a interrumpir a Merlín, esta vez de
una manera un tanto más agradable. Había puesto ambas manos alrededor del
rostro del joven, y acto seguido le dio un apasionado beso en los labios. Entre
divertido y juguetón, Merlín le siguió el juego. Se dejaron llevar por la
pasión. Unas cuantas veces.
Cuando el sol llevaba ya oculto un par de horas y
la luna llena brillaba con fuerza, ambos jóvenes se hallaban extenuados y
hambrientos. Merlín se levantó, se vistió con inusitada rapidez debido al frío,
y se dirigió a la cocina, a preparar algo de fruta para cenar. Entretanto,
Morgana se quedó envuelta entre las sábanas, soñando despierta. Pensó en los
problemas a los que se estaban enfrentando y pensó que parecían sacados de una
novela. Recordó a Elena, la druidesa de sus sueños. En ese momento se dejó
llevar. Era extraño que la sintiera tan cercana pese a que había vivido varios
de cientos de años antes. Y sin embargo, tenía la impresión de que la conocía.
-Morgana, venga va, despierta. ¡Morgana! –Merlín estaba
zarandeando a la joven con energía y a la vez con delicadeza. Cuando había
vuelto a la habitación la había encontrado con convulsiones. A veces le pasaba,
pero eso no hacía que Merlín se preocupara menos. Sonrió aliviado cuando Morgana abrió los ojos
y dejó de temblar.
-¿Qué ha pasado? – Morgana tenía los ojos
ausentes, se había despertado pero todavía no era consciente de dónde se
encontraba, estaba desorientada- ¿Por qué me despiertas así, en mitad de la
noche?
-¿Cómo, no te acuerdas? –Merlín estaba empezando a
ponerse nervioso- estábamos en la cama y he ido a prepara la cena, son sólo las
once de la noche. No me ha costado más de cinco minutos preparar la cena y
traerla –el joven hizo un ademán y señaló la bandeja con fruta que había
apoyada en la cómoda- y cuando estaba entrando por la puerta te he visto
temblando. He tenido que despertarte –el tono de Merlín era más de disculpa que
de preocupación, pero eso no implica que no estuviera preocupado-.
- ¿Sólo son las once? –Morgana no daba crédito,
acababa de tener un sueño largísimo, no podía haber soñado tan sólo cinco
minutos...- He soñado con Elena, con dos días de su vida. No puedo llevar tan
poco durmiendo – cruzó los ojos con los de el joven, y comprendió que él tenía
razón.- es increíble.
-¿Ahora me vienes con cosas increíbles? ¿Después
de todo lo que hemos visto? –el rostro del joven muchacho se relajó
considerablemente, aunque todavía se reflejaba la preocupación en su semblante.
Sonrió.- Venga, cuéntame esa historia mientras cuido de ti, sé que te mueres de
ganas.
Morgana le relató la primera parte de su sueño,
aunque apenas se acordaba de los pequeños detalles. Supuso que era un sueño de
otro día y se había fusionado con el que acababa de tener. En él, la druidesa Elena,
se hallaba aterrada en un bosque, desorientada y con algo o alguien que la
perseguía. Conseguía conjurar una densa niebla para protegerse y se quedaba
dormida en al resguardo de un árbol, muerta de frío, mientras notaba que algo
se apoyaba contra ella para ayudarla a mantener el calor. La segunda parte del
sueño…