viernes, 27 de agosto de 2010

Luz

Podía oír cada vez más sonidos. La mayoría eran sonidos metálicos, pero también podía adivinar... ¿el crepitar de las llamas? sí, parecía que definitivamente era eso. También podía oír lo que parecía ser agua derramándose, y le pareció advertir el sonido de unas risas, bastante agudas y penetrantes, así que supuso que eran niños. Quizás estaban jugando, felices, ignorantes de los peligros que acechaban a la humanidad. Ajenos a la guerra que había comenzado... pero ese ya no era su problema.

Había muerto, recordaba perfectamente cómo se había rendido, cómo sus propias fuerzas lo habían traicionado, y en un momento de debilidad había dejado que la vida se le escapara entre las manos, casi como si hubiera tratado de aferrar el agua de la lluvia entre sus torpes dedos. Tan cerca, y a la vez tan lejos... Pero definitivamente, había algo extraño en aquella situación. Él siempre había creído en el cielo, pero aquello no podía ser el cielo, sencillamente, era imposible. Sentía punzadas de dolor, en su espalda, en su pierna, que todavía la notaba rota, y en general, en cada milímetro de su piel, en cada ápice de su cuerpo y en cada pincelada de su alma.

También le dolía el orgullo, haberse dejado engañar así, él, un guerrero al mando de cientos, un luchador que había participado en tantas disputas, que no recordaba la primera vez que empuñó un arma... definitivamente su confianza se la había jugado, y de una manera muy, pero que muy perra. Se había dejado engañar, precisamente, por un hombre que no era muy famoso por su honradez. Después de haberle derrotado, después de someterlo, le dio una oportunidad de hacer las cosas bien, y él la aprovechó para atacarle. Estuvo a punto de morir a manos de un enemigo que ya había abatido, todo por la dichosa confianza. Aun podía ver aquella imagen:

Él, tirado en el suelo, malherido y jadeante, desarmado y con apenas fuerzas, y su adversario, con la mano derecha cercenada, el muñón sangrante, y su mano izquierda alzada con una espada terriblemente afilada, dispuesta a arrancar la vida de su cuerpo. Aun podía escuchar claramente la voz que le salvó la vida, la voz que le otorgó una fuerza renovada para ser capaz de golpear a su rival una última vez, la voz que llenó su memoria de aquellos momentos de júbilo que vivió hace tanto, tantísimo tiempo... cuando sus ojos de víctima se cruzaron con los de su verdugo y éste comenzó a descargar su golpe, el muchacho se alzó, motivado por la voz que llenó su alma de luz y paz, de fuerza y coraje, y atravesó el pecho de su contrincante con su espada. Todavía podía recordar cómo lloró, pidiéndole a los cielos que le perdonaran por no haber sido capaz de salvar ningún alma en aquél campo de batalla, mientras se desplomaba sobre el cadáver de su rival. Lo último que recordaba del enfrentamiento, fue ver la espada de su rival caer y clavarse en el suelo teñido de sangre, con un desagradable ruido seco. Todavía pensaba si aquél golpe errado de la espada enemiga cercenó sus lazos con el mundo de los vivos. Si fue aquella la guadaña de la muerte, asegurándose de que nadie pudiera narrar la trágica historia de aquella desoladora batalla. Recordaba vagamente como se aferró a la poca vida que le quedaba para salir de aquel lugar de muerte y destrucción, porque quería alejarse de aquella oscuridad tan terrible, y ver de nuevo el cielo. El mismo cielo que ella estaría contemplando, sonriente y soñadora como siempre...

Las risas cada vez sonaron más cercanas, y él sonrió, al ver que no todo era oscuridad en aquel mundo, todavía quedaba luz, todavía había muchas cosas que defender, muchas cosas por las que luchar...

Muy lejos de allí, una joven vidente se despertaba en mitad de la noche, sollozando, sin hallar en sueños las respuestas que buscaba, sin hallar en sueños aquel calor que otrora cubriera su cuerpo, mientras su joven amante la cubría con su tierno abrazo, y le daba su calor, para que no pasara frío; su amor, para que no se sintiera sola, y su alma, por que si alguna vez ella iba a morir, él se sacrificaría por ella... Sollozaba no por lo que había perdido, sino por que la única responsable de haberlo perdido todo era ella. Ella fue la que tuvo la visión de que uno de los caudillos de la oscuridad se dirigía hacia allí para matarla, y ella fue la que, en un momento de duda y flaqueza confió a su joven amante aquella visión tan terrible. Y fue ella la que no supo detener el corazón ardiente de su amado cuando partía al encuentro de su destino... ahora sólo podía llorar, por su debilidad entonces, y por su debilidad en ese instante, llorando en lugar de ser capaz de hacer el mismo sacrificio que sin duda él habría hecho por ella. Era una cobarde, y eso le dolía mucho más que cualquier otra cosa, porque por sus miedos y por su cobardía, sería incapaz de volver a encontrarse con aquellos brazos que tanto la amaban.

Entretanto, el joven guerrero caía de nuevo en un sopor terrible, debido a su fatiga. Esta vez soñaba. Soñaba con aquel rostro angelical que tantos momentos de amor y dicha le había regalado. Soñaba con su ángel, con la dueña de su alma, con la carcelera de su corazón. Ella estaba increíble, como siempre. Llevaba un camisón blanco y su suave y largo pelo estaba recogido en una coleta alta. Sus finas cejas resaltaban sus hermosos ojos, de un agradable color miel, y con ese extraño brillo que hacía que los suyos no pudieran apartarse de ellos. Sus carnosos labios, que solo con admirarlos hacían que sus fantasías cobraran vida propia... Allí estaba ella, caminando decidida hacia él. Cuando por fin se encontraron, ella colocó con suavidad su mano derecha en el rostro de su amado, lo que produjo que su rostro se ladeara, mientras entrecerraba los ojos. No podía creer que ella estuviera allí, con él. Era simplemente... en ese momento, notó como los labios de la hermosa dama rozaban los suyos, con delicadeza, muy despacio, como si temiera arrebatar su alma con un beso apasionado. Pero él no pudo contener su impulso, y se dejó llevar. Colocó su mano izquierda en la cintura de su amada, mientras deslizaba su mano derecha entre su pelo, y la atraía hacia sí mismo. Notaba como crecía su pasión, mientras ella, dejándose llevar mordisqueaba sus labios, y...

6 comentarios:

Anónimo dijo...

*.* no muere , pero el pobre debe ser atendido xq comienza a delirar jajaja es broma . Este capi me gusto mas , sobre todo por los sentimientos que se dejan ver .Me encanta como describes cada detalle aunque sea minimo neh ^^

Naitaal dijo...

:$ Gracias mi fiel lectora Anónima xD.

Me alegro de que disfrutes la lectura, ya que te aparto de tus dramas para leer mis relatos xD.

Anónimo dijo...

me obligas a leer pero luego me quedo embobada leyendolo jejeje

Naitaal dijo...

xD mira que eres pelota :$.

Ya haré una continuación tierna y apasionada exclusivamente para ti (pero nada de yaoi ¬¬).

Anónimo dijo...

*.* nehhh asi me gusta jajajja
ala ya estas escribiendo o te dare la paliza. Nah yaoi tengo pa leer en otros lados y algo nuevo viene siempre bien XD , x eso no me quejo

Nosferes dijo...

A saber a quien besa, como en las pelis, que se ponen a soñar y sueñan que besan a alguien y es otra cosa completamente diferente ajaja.

Me alegra ver que has actualizado tu blog dos días seguidos, espero que no nos vayas a dejar a medias con la historia... xD

Saludoteeeees