Cuando era
pequeño no paraba de fantasear con lo que haría si fuera mayor. Cuando empecé a
hacerme mayor, fui olvidando los grandes planes que tenía reservados para ese
momento. Los breves instantes en los que me dejaba llevar eran aquellos en los
que era realmente feliz. Recuerdo cómo jugábamos a explorar la ciudad y sus
alrededores, tratando de descubrir todos los mágicos lugares que escondían.
Quizá, la mejor aventura que corrí fue aquella que empezó de casualidad, cuando
mis amigos y yo encontramos aquél mapa arrugado en el suelo del colegio.
Tendríamos
unos diez años y todo lo que sabíamos de aventuras provenía de los cuentos y de
las películas. Nuestra imaginación sin techo empezaba a chocar con nuestra
creciente conciencia de la realidad, y de vez en cuando alguno decía algo
sensato. Pero aquella vez a todos se nos olvidó pensar con frialdad, y nuestra
fantasía comenzó a hilvanarse con la realidad. Fue la olvidadiza y alocada Amber
quien encontró aquél trozo de papel, arrugado, pisoteado y manchado. Olvidado y
desechado por alguien que conocía su verdadero valor, para nosotros era un
lingote reluciente lleno de esperanzas.
-
¡Mirad chicos! He encontrado algo… creo que es
un mapa. Aunque no sé de qué –tendríais que haberla visto, estaba tan contenta
que parecía que sus padres por fin le habían comprado la bicicleta que tanto
tiempo llevaba pidiendo-.
-
Igual es el mapa de un tesoro… -Esta vez fue
Rose la que habló, aunque no sonó muy convencida-.
-
¿De dinero, oro y eso? No creo, ya lo habrían
descubierto, ¿no? –Riv era la voz de la razón. Era un chico grande y fuerte,
pero sorprendentemente perspicaz. Quizá por aquél entonces fuera el más
inteligente de nosotros, pero no se lo vayáis a decir o no cabrá por las
puertas-.
-
Igual es algún escondite de cuando la guerra o
algo. El otro día mis padres estaban diciendo que hay sitios donde todavía hay
bombas enterradas, y zule…zula… ¿zulos? Aunque no sé qué es eso, pero por lo
visto son como habitaciones secretas – La madre de Azul era historiadora, y su
padre periodista, así que él siempre escuchaba cosas que eran aburridas e
interesantes a la vez. Muchas veces no entendíamos de lo que hablaba porque
usaba palabras raras-.
Entonces me
acerqué a Amber y le quité la hoja, para observarla detenidamente, como si
supiera lo que estaba haciendo. Tras analizarla lo mejor que supe mientras los
demás intentaban arrebatármela, les comuniqué lo que había descubierto:
-
Parece que es un mapa de esta parte de la
ciudad, pero hay calles distintas, que no existen. ¿creéis que podrán ser túneles
subterráneos? –Desde pequeño siempre me habían fascinado las habitaciones
secretas, los túneles y los pasadizos, así que no es de extrañar que intentara
verlos en todas las partes- una vez leí en el periódico de la ciudad que hay al
menos un par de túneles que pasan por debajo de nuestra ciudad desde la edad media.
Los demás me
miraban como si estuviera loco, y no es de extrañar. Al fin y al cabo, aunque
queríamos creer en los cuentos, jamás habíamos visto un pasadizo o una puerta
oculta. Iba a ser casualidad que diéramos con un mapa que nos revelara los
secretos mejor guardados de nuestra ciudad, ¿no? Pero es precisamente lo que
nos parecía a todos, aunque no quisiéramos creerlo. Ya era casi la hora de
irnos a casa y ni si quiera nos habíamos puesto de acuerdo sobre lo que habíamos
encontrado. Decidimos que lo mejor sería seguir hablando el día siguiente, así
que le devolví el mapa a Amber para que lo guardara. Al fin y al cabo, quién lo
encuentra se lo queda.
Iba a ser una
noche muy larga.
Cuando por fin
sonó la campana para salir al recreo, parecía que nos perseguían unas vacas de
lo rápido que salimos al patio. Aún estábamos jadeando cuando Amber empezó a
decir:
-
Chicos, chicos, heestadopensandoqué…
-
¡Amber! –exclamamos todos al unísono- Respira un
poco y habla más despacio, o no te vamos a entender –añadió Guf-.
-
Vale, vale, perdón –Amber se puso ligeramente
roja, siempre le pasaba cuando Guf le decía algo, aunque todavía no sabíamos
por qué. Ja, dichosa inocencia-. Os decía que he estado pensando que lo que
tenemos que hacer es seguir el mapa. En las pelis siempre hay algo marcado en
los mapas, pero aquí –señaló todo el mapa con un gesto de la mano- no hay nada
distinto, solo calles y más calles. Así que a lo mejor Eivi tenía razón ayer… y
el secreto del mapa son los túneles. ¡Igual encontramos algo que nadie ha visto
en cientos de años! –Ahí estaba otra vez, esa felicidad que apenas podía
contener dentro de su diminuto cuerpo-.
-
¿Y cómo vamos a seguir el mapa? –Pregunté,
intrigado-
-
Pues veréis –dijo sacando cinco folios de papel
de su carpeta y cogiendo el rotulador fosforescente- lo que tenemos que hacer
es…
“Si queréis que la historia continúe para descubrir a dónde lleva el
mapa misterioso o qué oscuros secretos guardan estos niños, tenéis que
hacérmelo saber. Compartid el blog, comentad, o escribidme. Hacedme preguntas.
Retadme.”